…, 20 de octubre de 2012, un día maravilloso, precioso, seguro a recordar durante mucho tiempo.

¿Por qué? Era una jornada programada desde hacía bastante tiempo, era una actividad de montaña, del ‘Club de Montaña’ al cual pertenezco. Y claro está cuando somos un ser más de la naturaleza, del paisaje, nuestros planes, expectativas, su cumplimiento no depende de nuestra fuerza, sino de la fuerza de los elementos. Y llego la lluvia, en algunos momentos torrencial y entonces surgió, emergió con intensidad la fuerza de espíritu de cada persona, aquella fuerza que nos permite superar las dificultades con serenidad, y alegría de espíritu. Y los problemas, las dificultades se convierten en las motivaciones que nos hacen sentir la necesidad de superarnos y aceptar lo que se nos acerca, arrima, desborda, con alegría y humor.

Y con la lluvia llegaron las sensaciones: el ruido de las gotas al chocar contra los chubasqueros, los aromas de resinas y esencias del bosque, el calor corporal por la cuesta empinada, el frescor del agua, que todo lo penetra, hasta las prendas más técnicas…y cuando te empapas y el agua te llega a tu interior, recobras todas tus fuerzas y poderes porque queriendo o sin querer has sido despojado de todos los artilugios y artefactos

…siendo tú, como deberías ser en todo momento, desnudo de aquellos caparazones que no permiten a los otros que disfruten de como eres. ¡Déjate querer!

Para que el amor llegue es tan sencillo como abrirle las puertas y disfrutar de la dulzura de esa emoción que es: el cariño.

Y después con la ropa seca, el refugio de un techo, una comida sencilla y el calor humano…llegó el humor, las risas y la camaradería…seguro que un día para no olvidar.

Si quieres ser feliz, abre las puertas de tu ser y ¡déjate querer!