En estos momentos impredecibles donde nuestras referencias personales están tambaleándose, donde nuestra escala de valores es cuestionada por nosotros mismos en cada momento, surge LA INCERTIDUMBRE y ese no saber que va a pasar mañana nos cansa psíquica y físicamente. Entonces empezamos a quejarnos. La queja no va a solucionar nuestros problemas e incertidumbres, y menos diciéndolo a las personas que nos rodean, abusando de su confianza.

¿Qué podemos hacer entonces?

Amarnos a nosotros mismos, reconocernos en la amplitud de nuestras posibilidades, aptitudes, potenciales. Y a partir de ahí empezar a trabajar en la explosión de las mismas. Establecer unas METAS, objetivos y trazar un PLAN serio y estructurado para llegar a la consecución de las mismas, con el disfrute de todo el proceso. Todo ello nos llevará a la tranquilidad de que somos nosotros los que estamos controlando nuestro destino, con una satisfacción creciente que nos conducirá hacia LA FELICIDAD.